lunes, 8 de febrero de 2016

TE LLAMA POR TU NOMBRE.




A lo largo de toda nuestra vida Cristo nos llama. Estaría bien tener conciencia de ello, pero somos lentos en comprender esta gran verdad: que Cristo camina a nuestro lado y con su mano, sus ojos y su voz nos invita a seguirle. En cambio, nosotros ni siquiera alcanzamos a oír su llamada, que se sigue dando ahora. Pensamos que tuvo lugar en los tiempos de los apóstoles, pero no creemos que la llamada nos ataña a nosotros, no la espe­ramos. No tenemos ojos para ver al Señor, muy al con­trario del apóstol a quien Jesús amaba, que distinguía a Cristo cuando los demás discípulos no lo reconocían.

No obstante, estáte seguro: Dios te mira, seas quien seas. Dios te llama por tu nombre. Te ve y te comprende, él, que te hizo. Todo lo que hay en ti le es conocido; todos tus sentimientos y tus pensamientos, tus incli­naciones, tus gustos, tu fuerza y tu debilidad. Te ve en los días de alegría y en los tiempos de pena. Se inte­resa por todas tus angustias y tus recuerdos, todos tus ímpetus y los desánimos de tu espíritu. Dios te abraza y te sostiene; te levanta o te deja descansar en el suelo. Contempla tu rostro cuando lloras y cuando ríes, en la salud y en la enfermedad. Mira tus manos y tus pies, escucha tu voz, el latido de tu corazón y hasta tu aliento. No te amas tú más de lo que te ama él.


Beato John Henry NEWMAN


Nace en Londres; convertido del anglicanismo, fue presbítero, cardenal y fundador de una comunidad religiosa (1801-1890).

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