lunes, 24 de octubre de 2016

PAZ EN ESTA CASA.


Después del 11 de septiembre de 2001, el mundo entero ha tomado conciencia, con una intensidad hasta ahora desconocida, de la vulnerabilidad de cada ser humano y ha comenzado a contemplar el futuro con un sentimiento nuevo de profundo miedo. De cara a este sentimiento, la Iglesia quiere dar testimonio de su esperanza, fundada sobre la convicción de que el mal, mysterium iniquitatis, no tiene la última palabra en las vicisitudes humanas. La historia de la salvación, narrada en la Sagrada Escritura, proyecta una luz intensa sobre la historia del mundo, mostrando que ésta está siempre acompañada por la solicitud misericordiosa y providente de Dios, que conoce los caminos para llegar a los corazones más endurecidos y sacar frutos buenos de terrenos áridos e infecundos.
Los sufrimientos indecibles de pueblos y personas, entre ellos muchos de mis amigos y personas conocidas a causa de los totalitarismos nazi y comunista, siempre han suscitado en mí interrogantes y han estimulado mi oración. Muchas veces, me he detenido en la siguiente reflexión: ¿cuál es el camino que conduce al restablecimiento completo del orden moral y social que están empañados de manera tan bárbara? He llegado a la convicción, a través de la reflexión de la revelación bíblica, de que no se puede restablecer el orden quebrantado si no es llegando a una armonía entre justicia y perdón. Los pilares de la verdadera paz son la justicia y esa forma particular de amor que es el perdón.
San JUAN PABLO II
Primer papa polaco de la historia. Su pontificado ha sido el tercero más largo de la historia (1920-2005).

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