viernes, 28 de octubre de 2016

LA CONVERSIÓN.

Quien quiera guardar su vida la perderá, pero el que la pierda por mi causa la salvará. Reflexionemos sobre esta palabra de nuestro Señor, que quiere atraer todas las cosas hacia sí. Así hace nuestro Señor: recuerda primero al hombre sus divagaciones exteriores y sus dispersiones, haciéndole recoger sus sentidos, sus facultades, palabras, obras, su intención, su imaginación, sus deseos, sus inclinaciones, su inteligencia, su voluntad y su amor. Una vez hecho esto, Dios atrae al hombre, porque primero hay que separarlo de todo bien exterior o interior al cual se ató poniendo en ello su satisfacción plena. Este despego es una cruz penosa, tanto más penosa cuanto más firme y más fuerte era el afecto.
Querido hijo, acepta de Dios esta cruz y sopórtala: se te transformará en una cruz muy amable si eres capaz de entregarle estas pruebas a Dios, aceptarlas, con un abandono verdadero y agradecimiento, y dirás: Proclama mi alma la grandeza del Señor. Querido hijo, deja todo esto y aplícate en un abandono verdadero, y piensa en aceptar mucho más la cruz de la tentación que en buscar la flor de la dulzura espiritual... Nuestro Señor dijo: El que quiera venirse conmigo, tome su cruz y me siga.

Beato Juan TAURERO
Dominico en Estrasburgo (Ca. 1300-1361).

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