viernes, 25 de mayo de 2018

DIOS RECOMPENSA LA HOSPITALIDAD.


En el tiempo en que el hambre azotaba a la tie­rra entera ¿por qué Elias fue enviado a casa de una viuda? Una gracia singular se concede a dos mujeres: un ángel visita a una virgen; un profeta, a una viuda. A aquella, Gabriel; a esta, Elias. Pero la viudedad no merece ninguna alabanza por sí misma a no ser que se le una la virtud. En la historia no faltan viudas; y, sin embargo hay una que se distingue de entre todas y que las alienta con su ejemplo. Dios es particular­mente sensible a la hospitalidad: en el evangelio, por un vaso de agua fresca promete recompensas eternas; aquí, por un poco de harina o de aceite, una profusión infinita de riquezas.



¡Cuan perfecta es esta viuda! Abatida por una gran hambre, continuaba, sin embargo, venerando a Dios. Sus provisiones no las guardaba para ella sola; las com­partía con su hijo. ¡Un bello ejemplo de ternura, y un ejemplo aún más bello de fe! Seguro que prefería a su hijo antes que a cualquier otra persona: y pone al pro­feta de Dios por encima de su vida. Ciertamente, no solo le dio un poco de su alimento, sino toda su sustancia; no ha guardado nada para sí; así como su hospitalidad la ha llevado a una donación total, su fe la ha condu­cido a una confianza total.

San Ambrosio

Nació en Tréveris (Alemania). De familia y educación romana, fue obispo de Milán, elocuente predicador y gran catequeta: convirtió y bautizó o san Agustín. Es doctor de la Iglesia (340-397).



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