martes, 8 de mayo de 2018

UN BRECHA ABIERTA,


¡Con qué celo el fariseo que subía al templo para la oración pretendía ayunar dos veces por semana y dar el diezmo de todo lo que ganaba! Había fortificado bien la ciudadela de su alma. Se decía: Dios mío, te doy gracias. Había venido con todas las seguridades imaginables ante Dios. Pero dejó un espacio abierto y expuesto al enemigo cuando añade: Porque no soy como el resto de los hombres, ni como ese publicano. Así, por la vanidad ha dejado entrar al enemigo en la ciudadela de su corazón que estaba, no obstante, bien fortificado por sus ayunos y sus limosnas.
Todas las precauciones son inútiles cuando queda en nosotros una rendija por donde puede entrar el ene­migo. Este fariseo había vencido la gula por la absti­nencia; había dominado la avaricia por su generosidad. Pero ¿cuántos esfuerzos en vista a esta victoria han sido anulados por un solo vicio, por la brecha de una sola falta? Por esto, no basta con pensar en practicar el bien, sino que debemos vigilar nuestros pensamientos para mantenerlos puros en las buenas obras. Porque si son una fuente de vanidades o de orgullo en nuestro cora­zón, nuestros esfuerzos estarían llenos de vanagloria y no servirían a la gloria del Creador.
San Gregorio Magno
Nació en Roma; prefecto de su ciudad y monje después, fue papa desde el año 590. Es doctor de la Iglesia (540-604).


 

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