domingo, 20 de enero de 2013

VIENDO LA FE QUE TENÍAN.


 

El paralítico del evangelio tenía fe en Jesucristo. Lo prueba la manera en que fue presentado a Jesús: lo bajaron abriendo el techo de la casa. Sabéis bien que los enfermos se encuentran a menudo en un estado de abatimiento, a veces tan grande y de tal mal humor que los buenos servicios que se les prestan, los encierran aún más en su cama. Pero este paralítico está contento de que lo hayan sacado de su lecho y hecho objeto de un espectáculo público atravesando plazas y calles en su litera.

No tiene amor propio. La muchedumbre rodea la casa en la que está el Salvador, todos los lugares para entrar están cerrados, la puerta de entrada obstruida: ¡No importa! Lo harán pasar por el techo y él se alegra. ¡El amor es sumamente hábil, la caridad es ingeniosa! Él que busca halla; al que llama se le abre la puerta. Este enfermo podía haber dicho a sus amigos que lo llevan: “Pero ¿Qué vais a hacer? ¿Por qué tanto trabajo? ¿Por qué tanta prisa? Esperemos a que la casa este libre, a que todos se hayan marchado”. Pero no, el paralítico no piensa nada semejante; es un honor para él tener tantos testigos de su curación.

 

SAN JUAN CRISOSTOMO.

(349 – 407) 

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