miércoles, 16 de enero de 2013

Y SE PUSO A ORAR.


¿Por qué nos preguntamos como hemos de orar, temiendo que nuestras plegarias no procedan con rectitud? El Señor nos enseñó a orar para que lográramos la Vida verdadera y dichosa, pero no quiso que lo hiciéramos con muchas palabras, como si nos escuchara mejor cuanto más locuaces nos mostráramos, pues, como él mismo dijo, oramos a aquel que conoce nuestras necesidades aún antes de que se las expongamos.
Pero, si él sabe lo que necesitamos antes de que se lo pidamos, ¿por qué nos exhorta a la oración continua? Esto nos podría resultar extraño si no comprendemos que nuestro Dios y Señor no pretende que le descubramos  nuestros deseos, pues él, ciertamente, no puede desconocerlos, sino que quiere que, por la oración, se acreciente nuestra capacidad de desear para que así nos hagamos más capaces de recibir los dones que nos prepara. Sus dones, en efecto, son muy grandes y nuestra capacidad de recibir es pequeña e insignificante. Por eso nos dice: Ensanchaos; no os sujetéis al mismo yugo con los infieles. Se trata de un don realmente inmenso: cuanto más fielmente creemos, más firmemente esperamos y más ardientemente deseamos este don y más capaces somos de recibirlo. Así, pues, oremos constantemente por medio de la fe, de la esperanza y de la caridad, con un deseo ininterrumpido.

SAN AGUSTÍN  

No hay comentarios:

Publicar un comentario