miércoles, 13 de febrero de 2013

LAS CENIZAS.


Nuestra sociedad tiende a multiplicar las celebraciones festivas. En muchas de ellas el hombre se inclina a olvidarse de quién es, escondiéndose tras el bullicio y la diversión. Hoy, sin embargo, se nos ofrece una oportunidad privilegiada para reconocernos en lo que somos. Como en todas las celebraciones litúrgicas, no se trata de mirarnos a nosotros mismos; de hecho, la ceniza que ensucia nuestra cabeza nos enseña a descubrirnos a nosotros mismos. Al dejar que se nos imponga, manifestamos que ya no queremos vivir ocultos tras una máscara o engañándonos a nosotros mismos. La ceniza que nos mancha nos ayuda a borrar la falsa imagen de lo que somos y, sin embargo, no nos sumerge en la desesperación. Si, por una parte, nos aleja del espejismo de la autosuficiencia y de la vanidad, por otra nos abre a contemplar una belleza más grande que Dios quiere realizar en nosotros. Frente a nuestros planes, están los suyos, que son mejores para nosotros.
Hemos sido creados por Dios, y sabemos que no se realiza plenamente en nosotros el designo que él tiene para cada uno. Igual no lo sentimos así, pero la ceniza nos lo recuerda. Hay muchas cosas en nosotros que tienen que cambiar. La ceniza nos ayuda a ser humildes. El signo externo debe ir acompañado por un movimiento de nuestro corazón.

David AMADO FERNÁNDEZ

1 comentario:

  1. "Eres polvo y al polvo volverás"(Gén3,19)Durísimas palabras las que Dios le dirigió a nuestro padre Adán por razón de su pecado de desobediencia. Hoy nos las recuerda la Iglesia para que entendamos tres verdades fundamentales:no somos nada, somos pecadores y tenemos que morir.

    Pecado y muerte son los frutos amargos e inseparables de la rebeldía del hombre ante el Señor."Dios no creó la muerte"(Sab. 1,13) entró en el mundo por el pecado (Rom.6, 23). El hombre, creado para la alegría y la santidad,lleva dentro un germen de vida eterna y sufre mucho porque experimenta la amargura de reconocerse pecador...La Iglesia se pone seria y nos avisa porque está en juego nuestra salvación eterna.

    Pero, frente a la desobediencia de Adán que atrajo la muerte y el pecado al mundo,se opone la obediencia de Cristo, que murió por todos y con su Resurrección ha transformado nuestra muerte corporal en un paso a la vida eterna.

    La Cuaresma es el tiempo propicio para hacer balance y llegar a una verdadera contricción del corazón.Rosadeabril.

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