miércoles, 27 de febrero de 2013

CAÍN.



Fuera de sí de envidia, Caín comete el primer asesinato del mundo. Tan pronto como acaba con su hermano Abel, su victima, Dios dice a Caín: ¿Dónde está Abel, tu hermano? (Gen 4, 9)
Una vez más, Dios no está buscando información. No necesita que le comuniquen el paradero de Abel. Más bien está dando a Caín la oportunidad de confesar su pecado.
Sin embargo, Caín no acepta el ofrecimiento del Señor. En lugar de ello, miente: “No sé, ¿Soy acaso el guardián de mi hermano?”.  De nuevo, Dios no acusa a Caín, sino que le invita a confesar, incluso manifestándole la evidencia de su crimen: “¿Qué has hecho? La voz de la sangre de tu hermano está clamando a Mí desde la tierra (Gen 4, 10).
No obstante, al final del episodio, Caín continúa impenitente, y su pecado inconfeso. En lugar de confesar lo que ha hecho a Abel, Caín acusa a Dios de hacer una victima de él mismo. Se queja: “demasiado grande es mi castigo para poder soportarlo”. No está diciendo “¡Ay de mí!”, sino que está diciendo a Dios: “Eres injusto”. En lugar  de confesar su propia injusticia, Caín acusa a Dios de ella.
No es precisa la presencia de psiquiatra para ver lo que va a ocurrir a continuación. Caín asume le papel de victima de Abel y proyecta su propia culpa en Dios. Muestra una serie de emociones – temor, vergüenza, actitud defensiva, autocompasión – pero no dirá que lo siente. Se niega a reconocer su pecado.
El comportamiento de Caín podría resultarnos familiar. Al cabo de los siglos, hombres y mujeres no están mejor dispuestos a confesar sus fallos. Y el modelo de evasiva es el mismo. Las personas que no se arrepienten llegarán al resentimiento. Los que se niegan a acusarse  encontrarán modos disparatados para excusarse. Ellos – nosotros – culparemos a las circunstancias, a las limitaciones, a la herencia, al entorno. En última instancia, al hacerlo seguimos los pasos de nuestros primeros padres. Estamos culpando a Dios y haciéndole objeto de nuestro resentimiento porque Él fue quien creó nuestras circunstancias, nuestra herencia y nuestro entorno.
Cuanto más optamos por pecar, menos deseamos hablar de nuestros pecados. Como Caín, Adán y Eva, hablamos sobre cualquier cosa – las causas y las consecuencias, la culpa y el castigo – pero no de la confesión.

Scott HAHN

2 comentarios:

  1. Muy adecuado este texto en la cuaresma.
    Como bien dice, es el antecedente del sacramento de la penitencia.

    ResponderEliminar
  2. Caín y Abel, primera pareja de hermanos que representan a los seres humanos que violan los lazos de la sangre y hacen de la fraternidad un horroroso fratricidio. Es un modelo de comportamiento altamente detestable. En cambio, la esperanza puesta en Eva, como madre de todos los hombres, no defrauda, gracias a las bendiciones de Dios, nuestros primeros padres colaboran con Jahvé en la tarea de la procreación. Los hijos son una gracia de Dios. Caín reconoció su pecado y anduvo extraviado por la tierra ocultando su crímen. Adán, conoció varias veces a Eva, y tuvieron otros hijos.Y Dios, Javeh , movió el corazón de Caín para que llorara su pecado, y lo protegió , a su vez, para que nadie le hiciera algún mal..Es una buena Reflexión Cuaresmal.Rosa de Abril.

    ResponderEliminar