viernes, 9 de mayo de 2014

FUTURAS GANANCIAS.


 

No es una casualidad que la historia del plan de salvación vuelva con frecuencia sobre los relatos del éxodo, el exilio, la peregrinación y los desplazamientos sin rumbo fijo de los israelitas. El pueblo de Dios está siempre en camino. No se detendrá en toda su vida terrenal. Ellos, y nosotros, o avanzamos en nuestra peregrinación hacia Dios y hacia la tierra prometida, o caminamos a la deriva, deambulando o huyendo a otra parte.

Estamos exiliados en este mundo y nunca debemos perder de vista este hecho. Nunca olvidar quienes somos, de dónde venimos y a donde vamos. Debemos vivir en la tierra, pero debemos vivir para el cielo.

Como el pueblo elegido, hemos de condenar a muerte la idolatría que permanece en nosotros. A causa de la creciente influencia y la atracción de los bienes del mundo, nos alejamos de Dios aún en mayor medida.

Por eso, Jesús enseño el ayuno a sus discípulos; por eso, los apóstoles continuaron ayunando después de la ascensión de Jesús a los cielos; por eso, la renuncia al yo ha sido siempre el sello del auténtico cristianismo y constituye el centro de los cuarenta días de Cuaresma. El sufrimiento nos enseña a apartarnos de los bienes de este mundo y nos libera para atarnos a los bienes del cielo que da un calor inmenso y una alegría profunda pues nos acerca a los sufrimientos del Señor.

 

Scott HAHN

 

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