jueves, 22 de mayo de 2014

VERDAD Y VERACIDAD.


 

 

San Gregorio de Nisa habla con nostalgia de la capacidad que tenían los primeros hombres en el paraíso y que perdieron. La conciencia pura y transparente del hombre inocente no tenía velos. Adán hablaba con Dios y conocía perfectamente su compañía y todo el universo. Podía expresar todo lo que ocurría dentro de sí mismo. Pero justo después del pecado, se escondió, se avergonzó, dejó de tener la simplicidad del niño, necesitaba vestirse.

Hoy la gente dice que le gusta la apertura, la sinceridad, la veracidad, la sencillez. Pero la cuestión es más complicada de lo que parece. Si todos revelaran a los demás sus pensamientos más escondidos a sus parientes, difícilmente podrían vivir juntos. La convivencia humana se parecería a una ciudad en la que se tira la basura por la ventana. La veracidad y la sinceridad son virtudes del paraíso, pero no vivimos en él.

No siempre conocemos la verdad o al menos no claramente. E incluso no siempre decimos la verdad que sabemos. Hay dos clases de verdad: la lógica que es la claridad y la exactitud del conocimiento humano. Y la ontológica que es como la realidad se corresponde con el pensamiento.  Se corresponde con las intenciones de Dios, con la Providencia. Por eso, Cristo reprende a los fariseos que odian la verdad, la verdad no está con ellos, no se preguntan cuál es la voluntad de Dios; siguen el espíritu de la mentira.

La veracidad es la capacidad del hombre de manifestar sus pensamientos a través del lenguaje, de la música, de la pintura y cualquier manifestación verídica.

Tomás SPIDLIK.

(1919 – 2010)

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