domingo, 4 de mayo de 2014

NO JUGUEMOS AL ESCONDITE.


 

Algunas personas opinan: “Bueno, como los católicos dicen sus pecados al confesar, pueden seguir cometiendo pecados siempre que quieran”. El arrepentimiento no es asunto exclusivamente católico; es lo mismo en cualquier religión que haga hincapié en él. El arrepentimiento tiene que ser auténtico, así como el firme propósito de enmienda. Lo cierto es que, a menos que el pecador esté realmente arrepentido, el sacramento no confiere en absoluto la absolución y los pecados no son perdonados. Y aún más, el pecador ha añadido el pecado de sacrilegio.

Cada vez que acudimos al sacramento de la penitencia, debemos confesar todos y cada uno de los pecados mortales cometidos desde nuestra última confesión. Si ocultamos alguno de ellos, nuestra confesión no es válida. Un sacramento es un juramento ante Dios, semejante silencio representa un perjurio.

En la confesión no estamos diciendo a Dios algo que Él no conozca ya. Conocía el pecado de Adán cuando le invitó a confesarlo. Conocía el de Caín también. Desea que nos confesemos, no por su bien, sino por el nuestro, porque sabe que la confesión es un paso importante en nuestro proceso de curación hacia la santidad.

 Scott HAHNN.

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