domingo, 13 de julio de 2014

TODO ES SIGNO DEL AMOR DE DIOS.

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La parábola del sembrador nos habla de la misericordia de Dios y de como Dios no se cansa de difundir su bondad. Señala S. Juan Crisóstomo : “En qué cabeza cabe sembrar sobre espinas, sobre roca y en el camino?” aquí se ve como la lógica de Dios es muy distinta a la nuestra. No ofrece su gracia solo a los justos, sino también a los pecadores e incluso a aquellos que probablemente la rechazarán. Pero hay algo en esa semilla que la hace diferente. Es lo que señala Isaías: No volverá a mí vacía, sino que hará mi voluntad y cumplirá mi encargo. La Palabra de Dios es eficaz. Por eso, señala S. Juan Crisóstomo que el sembrador deja caer la semilla también sobre terrenos improductivos, porque tiene el poder de transformarlo: Tú cuidas la tierra, la riegas y la enriqueces sin medida.

Esto nos hace pensar que el sembrador no solo ha salido un día, sino que vuelve una y otra vez. Quizás lo sabemos por nuestra propia experiencia, pues muchas veces hemos sido infieles, pero el Señor ha vuelto a tendernos la mano. Nos ha llamado una y otra vez y sigue haciéndolo.  Hay palabras suyas a las que no hacemos caso, pero Jesús vuelve a pronunciarla: las encontramos en un texto, en una conversación o proclamadas en la liturgia. Y un día,  por su gracia, se hacen vida en nosotros.

La parábola nos habla también de nuestra disposición.  Porque podemos volvernos terreno impenetrable, caer en la superficialidad o dejarnos ahogar por los afanes del mundo. Pidamos con humildad ser un terreno apropiado para acoger las amorosas enseñanzas de Dios. Si no lo somos, que el Señor nos roture para que nuestro corazón pueda recibir el amor que Él nos da.

 

David AMADO FERNÁNDEZ

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