jueves, 18 de septiembre de 2014

EL ÁRBOL Y SUS FRUTOS. LA VOCACIÓN (de cada uno) Y LA DEVOCIÓN.



Es menester acomodar la práctica de la devoción a las fuerzas, a los quehaceres y a las obligaciones de cada persona en particular; ¿Sería razonable que el obispo quisiera vivir en la soledad como los cartujos? Y si los casados quisieran vivir en castidad como los capuchinos, y el artesano estuviese todo el día en la iglesia como los religiosos, ¿No sería esta devoción ridícula, desordenada e insufrible? Sin embargo, este desorden es demasiado frecuente.

No, la devoción nada echa a perder cuando es verdadera; al contrario, todo lo perfecciona, y cuando es contraria a la vocación de alguno es, sin la menor duda, falsa. La abeja, dice Aristóteles, saca su miel de las flores sin dañarlas y las deja frescas y enteras, según las encontró; pero la verdadera devoción todavía hace más, porque  no solo no causa perjuicio a vocación ni negocio alguno, sino que los adorna y embellece. Cada uno de nosotros se hace más agradable a Dios en su vocación cuando la acomoda a la devoción: el gobierno de la familia se hace más amoroso; el amor del marido y de la  mujer, más sincero; el servicio del jefe, más fiel; y todas las preocupaciones se vuelven más suaves y amables.

 

San FRANCISCO DE SALES

(1567  -  1622).

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