miércoles, 10 de septiembre de 2014

EL GRANO DE TRIGO.


 Las proezas de los mártires, ornamento de la Iglesia en todo el mundo, nos hacen comprender que el Señor siente profundamente la muerte de los que lo aman. El precio de estas muertes es la muerte de uno solo. ¿Cuántos  muertos ha rescatado muriendo Él solo, ya que si no hubiese muerto, el grano de trigo no se hubiera multiplicado? Habéis  oído lo que dijo cuándo se acercaba a su pasión, cuando se acercaba nuestra redención: si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda solo; pero si muere, dará mucho fruto. Cuando su costado fue abierto por la lanza, salió sangre y agua, salió el precio del universo.

Los fieles y los mártires fueron rescatados; pero la fe de los mártires fue probada, su sangre es testimonio. Cristo ha dado su vida por nosotros. También nosotros debemos dar la vida por nuestros hermanos y en otro lugar: Si te sientas a la mesa de un poderoso, mira bien a quién tienes delante. Es una mesa espléndida donde comes con el amo del banquete que es Él mismo. Él es quien nos invita, Él mismo es la comida y la bebida. Los mártires prestaron atención a lo que comieron y bebieron para preparar luego lo mismo. Pero ¿Cómo podían imitar a su maestro si Él no les hubiera dado ejemplo primero? Esto es lo que nos recomienda el salmo que cantamos: El Señor siente profundamente la muerte de los que le aman.

San AGUSTÍN

(354  -  430).

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