martes, 24 de enero de 2017

VINO JUAN.


Juan afirmó lo que vosotros oísteis, cuando le conta­ron, para excitar sus celos, que Jesús hacía muchos dis­cípulos. Sus amigos le dicen, como si él fuera envidioso: "Jesús tiene más discípulos que tú». Pero Juan había reconocido lo que era; y por eso, mereció estar unido con Cristo, porque no se atrevió a atribuirse lo que era de Cristo. He aquí lo que dice: «Un hombre no puede atribuirse nada, salvo lo que ha recibido del Cielo»... El no obtiene la alegría de sí mismo. El que quiera encon­trar la causa de su alegría en sí mismo, estará siempre triste; pero el que quiera encontrar su alegría en Dios, estará siempre alegre, porque Dios es eterno. ¿Quieres tener una alegría eterna? Átate al que es eterno. Esto es lo que hizo Juan.

Es la voz del esposo lo que alegra al amigo del esposo, y no su propia voz; se mantiene en pie y escucha... «Esta es mi alegría, y me siento colmado. Tengo mi propia gracia, no deseo nada más, por miedo a perder lo que he recibido». ¿Cuál es esta alegría? «Se llena de alegría al oír la voz del esposo». Que los hombres com­prendan pues, que no deben regocijarse de su propia sabiduría, sino de la que han recibido de Dios. Que no busquen otra cosa, y así no perderán lo que han encon­trado... Juan reconoció que lo había recibido todo; dijo que estaba alegre a causa de la voz del esposo, y aña­dió: «Mi alegría está colmada».

SAN AGUSTÍN

Oriundo de Tagaste (en la actual Argelia), fue obispo de Hipona. Es uno de los cuatro grandes padres de la Iglesia latina.

Es doctor de la Iglesia (354-430).

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