martes, 7 de febrero de 2017

EL AISLAMIENTO DEL ALMA


La aparición del capitalismo, el avance de las cien­cias físicas en detrimento de la filosofía, la corrupción del principio de autoridad, la expansión del escepticismo y, en fin, la proliferación del terror fueron los frutos grana­dos de la mefítica Reforma. Y todos ellos contribuyeron al mayor mal de todos, que a juicio de Belloc es el aisla­miento del alma, «una pérdida del sustento colectivo, del sano equilibrio producido por la existencia común, por la certidumbre pública y la voluntad general». Un aisla­miento del alma que, en el orden social, provoca ince­santes energías destructivas, a veces saldadas mediante guerras, a veces mediante revoluciones, creadoras siem­pre de descontento social. Un aislamiento del alma que erige, sobre las ruinas de los lazos colectivos que garan­tizaba la fe, sucesivos ídolos políticos (llámense Estado o nación) que ya nada tienen que ver con el auténtico amor a la patria. Un aislamiento del alma, en fin, que en el orden filosófico da lugar a extravagancias en apa­riencia antípodas, pero íntimamente fraternas: primero, la extravagancia de creer que la razón humana es sufi­ciente para dar fundamento a toda la vida del hombre; luego, la extravagancia opuesta, según la cual la razón humana no tiene autoridad ni aun en su propia esfera. Todos estos monstruos de la razón (idealismos, raciona­lismos, materialismos, nihilismos varios) que, a la postre, conducen al hombre a un vacío atroz, tienen su origen y explicación en la Reforma, cuyo espíritu se resume «en una negación y desafío universales lanzados contra toda institución y todo postulado».
Belloc concluye advirtiendo que este aislamiento del alma terminará empujando a los europeos a la supers­tición y a la inanidad, a menos que vuelvan a abrazar la idea que da sustento a Europa, la fe católica y romana que constituye su única sustancia, frente a la amenaza incesante de los bárbaros. En este año en que vamos a escuchar muchas paparruchas buenistas (incluso en boca de quienes más obligación tienen de alumbrarnos) sobre el infausto Lutero y su obra demoledora conviene leer (iy releer!) Europa y la fe, de Hilaire Belloc. •

Juan Manuel de Prada

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