viernes, 17 de febrero de 2017

LA LEY Y LA PALABRA.


Es un día de sábado cuando el Señor Jesús comienza a realizar curaciones, para significar que la nueva crea­ción comienza donde lo antiguo se había parado, y también para señalar desde el principio, que el Hijo de Dios no está sometido a la Ley sino que es supe­rior a la Ley, que no destruye la Ley sino que le da plenitud. El mundo fue creado por el Verbo, no por la Ley, como lo leemos: Por la Palabra del Señor los cielos han sido hechos. La Ley pues no es destruida sino llevada a la plenitud, con el fin de renovar al hom­bre caído. Por eso el apóstol Pablo dice: Liberaos del hombre viejo; revestios del hombre nuevo, que ha sido creado según Cristo.

Por eso, es justo que el Señor comience a realizar sus obras en sábado, para mostrar que es el Creador, continuando la obra que él mismo había comenzado antaño. Como el obrero que está a punto de reparar una casa, comienza, no por los cimientos sino por el tejado; comienza a demoler lo que está arruinado. Liberando al poseso, comienza por lo menor para lle­gar a lo más grande: hasta hombres pueden librar del demonio -por la palabra de Dios, es verdad- pero ordenar a los muertos que resuciten, pertenece solo al poder de Dios.

San Ambrosio

Noció en Tréveris (Alemania). De familia y educación romana, fue obispo de Milán, elocuente predicador y gran catequeta: convirtió y bautizó a san Agustín. Es doctor de la Iglesia (340-397).

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