viernes, 3 de febrero de 2017

EL CORDERO.


En el Apocalipsis, el apóstol Juan escribe: Vi enton­ces en medio del trono... un Cordero en pie con señales de haber sido degollado. Cuando el vidente de Patmos contempló esta visión, aún estaba vivo en él el recuerdo inolvidable de ese día junto al Jordán, cuando Juan el Bautista le señaló al Cordero de Dios que quita el pecado del mundo.

Pero el Señor, ¿por qué había elegido el cordero como símbolo privilegiado? ¿Por qué se mostró incluso de ese modo en el trono de la eterna gloria? Porque él estaba libre de pecado y era humilde como un cordero; y porque él había venido para dejarse llevar como cor­dero al matadero. Todo eso también lo presenció Juan cuando el Señor se dejó atar en el Monte de los Olivos. Allí, en el Gólgota, fue llevado a cumplimiento el autén­tico sacrificio de reconciliación. A partir de entonces, los antiguos sacrificios perdieron su eficacia; y pronto desaparecerían del todo, igual que el antiguo sacerdo­cio, cuando el templo fue destruido. Todo esto lo vivió Juan de cerca. Por eso no le asombraba ver al Cordero en el Trono.



Igual que el Cordero tuvo que ser matado para ser elevado sobre el trono de la gloria, así el camino hacia la gloria conduce a todos los elegidos para el banquete de bodas a través del sufrimiento y de la cruz. El que quiera desposar al Cordero tiene que dejarse clavar con él en la cruz. Para esto están llamados todos los que están marcados con la sangre del Cordero, y estos son todos los bautizados. Pero no todos entienden esta llamada y la siguen.

Santa Teresa Benedicta de la Cruz [Edith SteinJ Carmelita descalza y mártir; es copatrona de Europa (1891-1942).



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