viernes, 20 de octubre de 2017

LLEVAR NUESTRA CRUZ.


Si de buena voluntad llevas la cruz, ella te llevará y guiará al fin deseado, adonde será el fin del padecer, aunque aquí no lo sea. Si la llevas contra tu voluntad, cargas y te la haces más pesada: y sin embargo con­viene que sufras. Si desechas una cruz, sin duda halla­rás otra, y puede ser que más grave. ¿Piensas escapar de lo que ninguno de los mortales pudo? ¿Qué santo ha habido en el mundo sin cruz y tribulación? Nuestro Señor Jesucristo, en cuanto vivió en este mundo, no estuvo una hora sin dolor de pasión. Porque convenía, dice, que Cristo padeciese, y resucitase de los muer­tos, y así entrase en su gloria. Pues ¿cómo buscas tú otro camino sino este camino real que es la vida de la santa cruz?

Mas este así afligido de tantas maneras no está sin el alivio de la consolación; porque siente el gran fruto que crece al llevar su cruz. Porque cuando se sujeta a ella de buena gana, toda la carga de la tribulación se convierte en confianza de la divina consolación. Esto no es virtud humana, sino gracia de Cristo, que tanto puede y hace en la carne flaca para que lo que natu­ralmente siempre aborrece y huye lo acometa y acabe con fervor de espíritu. No es según la condición humana llevar la cruz, amar la cruz. Si te miras a ti mismo, no podrás hacer cosa alguna de estas: mas si confías en Dios, él te enviará fortaleza del cielo, y hará que te estén sujetos el mundo y la carne. Y no temerías al diablo, tu enemigo, si estuvieses armado de fe y señalado con la cruz de Cristo.

Tomás de Kempis

Nace en Kempen, ¡unto a Colonia; este canónigo regular de Windesheim es el autor de la Imitación de Cristo (1379?-1471).

 

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