jueves, 1 de noviembre de 2012

EL "AMÉN" DE LA COMUNIÓN.


El sacerdote proclama: “¡El Cuerpo de Cristo!” y nosotros respondemos: ¡Amen! Decimos Amén al cuerpo santísimo de Jesús nacido de María y muerto por nosotros, pero decimos también Amén a su cuerpo místico que es la Iglesia y que son, concretamente, los hermanos que están a nuestro alrededor, en la vida o en la mesa eucarística. No podemos separar los dos cuerpos, aceptando uno sin el otro. Quizás no nos cueste demasiado pronunciar nuestro Amén a muchos hermanos, es posible que a la mayoría de ellos. Pero siempre habrá alguno entre todos ellos que nos haga sufrir, no importa de quien fue la culpa, si suya o nuestra; siempre habrá alguno que se oponga a nosotros, nos critique, nos calumnie. Decir Amén en este caso es más difícil, pero esconde una gracia especial. Es más, existe un especie de secreto en este acto. Cuando queremos realizar una comunión más íntima con Jesús, o tenemos necesidad de perdón o de obtener una gracia especial de Él, este es el modo de lograrlo: acoger a Jesús en la comunión, junto con “aquel” o “aquella”… Decirle explícitamente: Jesús, hoy te recibo junto con (decir el nombre), le hospedo junto a ti en mi corazón, estoy contento si Tú lo traes contigo. Este pequeño gesto le agrada mucho a Jesús porque sabe que para realizarlo debemos morir un poco.

Raniero CANTALAMESSA

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