domingo, 1 de septiembre de 2013

TU NOMBRE.


 

“El nombre indica la esencia, el meollo de la persona; si la persona se distingue, se condensa y empieza a ser, es en virtud del nombre. El nombre atrae sobre el que lo lleva la protección y una gracia particular del cielo; lo reviste de la imagen guardiana y rectora de los santos y los grandes que lo llevaron antes; le traza un destino; es como una plegaria y una evocación perpetua que surge desde el corazón de la tierra.” (Lanza del Vasto).

Alude este autor a la costumbre tan cristiana de imponer nombres de santos a los que van a recibir el bautismo. La descristianización actual de esto que llamamos Occidente se debe a muchas causas; una de ellas, aunque mínima, ¿No habrá sido la invasora moda pagana de poner nombres no cristianos a los bebés en el bautismo? Se llamará, qué sé yo, Messi o Elfo el niño, Anduriña o Rolindy la niña, o les pondrán nombres exóticos que parecen música, pero no dicen nada.

Actualmente, nos cuesta entender que el nombre propio pueda expresar la individualidad de un ser. Y sin embargo, ¿No nos ocurre que a saber el nombre de una persona desconocida, reaccionemos para algunas de ellas,  diciendo que “no le pega el nombre”?

Dios comenzó su obra creadora poniendo nombres: luz, noche, sol, luna, hierba, mar… y al llamar a las criaturas hizo venir a la existencia lo que no existía (Rom 4, 17) en cierto sentido la creación quedó realizada plenamente cuando cada criatura tuvo un nombre.

 

Manuel IGLESIAS GONZALEZ  S.J.

 

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