lunes, 28 de octubre de 2013

RESURRECCIÓN DE LA CARNE.



Resurrección de la carne quiere decir transformación salvadora de la vida. En efecto, “carne” significa ser en el cuerpo, ser en el mundo. La fe cristiana no afirma en absoluto que la materia, el cuerpo, el mundo, sea algo malo, y que la salvación consista en abandonarlo a la búsqueda de otra esfera “espiritual”, de otro mundo. Esta perspectiva es anticristiana, porque rechaza la obra de Dios en sus dos grandes momentos: la creación y la misión del Hijo eterno; no reconoce que Dios amó al mundo tanto que entregó a su Hijo, desde su encarnación hasta su glorificación, para salvar a los hombres.   
Así pues, posiciones cínicas o nihilistas, gnósticas o revolucionarias (este mundo y esta vida no valen nada), hay que negarlas en nombre de otro mundo y de otra vida, y quien no las niegue no sirve realmente a la renovación del mundo – son anticristianos.
Para el creyente, al contrario, es esta vida en el mundo, en el tiempo y en el trabajo, la que pude ser salvada, y gozar de verdadero sentido y plenitud. El cristiano no siente fobia, ni desprecio de la vida y del mundo. Es realista, sabe que “la figura de este mundo pasa”, (Cor 7, 31), pero que aun así es bueno, porque en él se puede vivir con sentido: con fe, esperanza y caridad. Ciertamente este principio de vida nueva no viene del mundo, pero sí de su Creador, está presente en la historia para siempre, habiéndose encarnado el Hijo de Dios.

Alfonso CARRASCO ROUCO.
Obispo de Lugo.


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