jueves, 20 de marzo de 2014

ORGULLO Y POBREZA ESPIRITUAL.

ORGULLO Y POBREZA ESPIRITUAL. (3)

Todos nacemos con una profunda herida que vivimos como una falta: la falta de ser; e intentamos llenar este vacío por compensación, lo que lleva a cualquier ser humano a constituirse una identidad compensatoria que variará en unos y otros según la forma que adopte la herida. Así es como nos fabricamos un “ego” diferente del auténtico ser, de modo similar a como se infla un globo. Este “yo” artificial posee ciertas características propias: por ser artificial, requiere un gran gasto de energía para sostenerse; y, como es frágil, necesita ser defendido. El orgullo y la dureza siempre van unidos. ¡Ay de quien discuta o amenace esa identidad ficticia! Se convertirá en objeto de violentas y agresivas reacciones.
La tendencia a construir un “yo” en el plano de la vida espiritual puede considerarse normal y positiva; constituye un resorte del crecimiento humano y espiritual. Desear ser alguien en el terreno religioso puede constituir el inicio de un camino de santidad.
Pero se trata de una problemática peligrosa si no se supera. Evidentemente hacer el bien (orar, ayunar, entregarse al prójimo, ser apostólico, tener carisma) es algo bueno. Pero resulta extraordinariamente peligroso identificarnos con el bien espiritual del que somos capaces. Porque esa identidad, a pesar de ser superior a la identidad con las riquezas materiales o con los talentos humanos, no es menos frágil o artificial que éstas: llegará el día en que tal o cual virtud sufra un descalabro. ¿Cómo recibiremos este golpe si nos identificamos con nuestros logros espirituales? Esto conduce al orgullo espiritual. De forma más o menos consciente nos consideramos el origen y el autor de ese bien; y en lugar de reconocer la verdad, es decir, que todo el bien que somos capaces de llevar a cabo es un don gratuito de Dios, nos lo atribuimos a nosotros. Ese bien no es nuestra propiedad, sino un estímulo que Dios nos concede.

Jacques PHILIPPE

(seguirá)

1 comentario:

  1. El hombre es una realidad minúscula, casi insignificante, en comparación con la majestad del cielo... y es objeto de una inexplicable dedicación por parte de su Creador.De todos los seres creados, ningún otro,ha recibido una dignidad semejante a la suya y todo lo creado está sometido a su dominio. En el centro del Universo impresionante, está el "Hombre", infinitamente más grande que este mundo,; ¡más grande y más importante que el sol! ¿Por qué? Porque ocupa de una manera constante el Pensamiento de Dios. Dios es garantía de la dignidad del hombre. Dios no es el competidor de la grandeza del hombre sino su fiador. La debilidad del hombre es el poder de Dios. Cuando soy capaz de anonadarme, de desaparecer, es cuando siento su Presencia...

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