sábado, 6 de diciembre de 2014

LA NOCHE DE JOSÉ.


 
Después de la visita de Joaquín para anunciarle el acontecimiento, se acostó José, dando vueltas y vueltas. Para el varón justo y amante de Dios le erizaba el cabello: su amor por María era indiscutible, pero él no lo "disputaría" a Dios la posesión de aquella muchacha si Dios la había tomado bajo su manto.
¿Qué solución dar al problema? ¿Quedarse parado como si nada? Imposible. Un varón israelita desposado con una muchacha sobre la que constaba sus derechos de matrimonio, no podía quedarse sin más, de brazos cruzados. María parecería ante la sociedad judía como una adultera que había traicionado su compromiso...¡Denunciarla?  Jamás. ¿Huir? Era la única salida que tenia. Desaparecer como un fugitivo o un cobarde. Así dejaba a salvo a María, llevando su pena.… lejos de aquí.
Pero el sueño lo vencía. Se quedó dormido. ¿Fue que soñó o se quedó invadido por la fe del que vive en manos de Dios?
José se sintió transportado. Soñaba y gozaba y reía. Era un sueño reparador. Un sueño que llenaba de luz.
Lo primero fueron las palabras : NO TEMAS. Esas palabras eran el anuncio de la visita del Señor desde los profetas. No temas en recibir como esposa a María, tu prometida, porque lo que en Ella hay, es del Espíritu Santo.
Esa explicación  consolaba a José. Además el "sueño" le había dado una clave substancial: Tú le pondrás nombre al Niño, y lo llamarás JESÚS. el asombro de José era mayúsculo: si era "Jesús" era el Mesías. Dios, Salvador... Nombre, era la misión propia del padre de familia ¿Yo voy a ser padre de "JESUS"? ¿ Me das el mando sobre la obra de tus manos? ¿ Voy a ser el custodio y responsable de estos dos seres privilegiados?
José se levantó, y con solemnidad y gozo fue donde le había mandado Dios.
Y se llevó a María a su casa.
 
Manuel CANTERO PÉREZ S.J.
 
 
 
 
 
 
 
 
 

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