miércoles, 10 de diciembre de 2014

LUCES Y SOMBRAS.



Luces y sombras, eso es la vida del hombre. ¡Qué gran misterio! A veces errados, otras en acierto, caminamos por este mundo. Nadie ha de pensar que el mal es tan poderoso para ser capaz de abarcarlo todo, de apropiarse del ser del hombre completamente, pues somos imagen y semejanza del Creador. Buscando el encuentro con Dios, el alma es conducida como en una noche, entre oscuridades y sombras engañosas hacia el amanecer de la fe, de la luz. Al despunte del alba, sólo sentimos que la noche está pasando, pero sin alcanzar aún toda la radiante claridad del día, algo se conserva de oscuridad; como en un camino claroscuro.

-         Cierto, repuso su amigo, pero ¿Por qué Dios permitió que me equivocara tanto? ¿Por  qué me soltó de su mano? ¿Por qué me dejó caminar entre sombras?

-Esto requiere sabia aceptación, más que comprensión. Aguardamos “el día que no tiene ocaso”, nos dice la Apocalipsis de San Juan. Pero san Pablo nos advierte de que “la noche va pasando, y el día está encima”; porque ha de haber oscuridad, como en la naturaleza. La palabra “encima” nos anuncia lo que no ha llegado todavía. Esas sombras de tu vida son las huellas de tu camino; del camino claroscuro de la fe. Lo que quiere significar que parte de nuestro  obrar es según la luz, pero conservando siempre restos de tinieblas. Y que, a veces, aun en plena oscuridad, hay luz suficiente para no caminar completamente a ciegas. Así en la vida, avanzamos entre luces y sombras, a veces entre esplendores, otras en profundas tinieblas, en claridad, con sol, de noche, con luna, estrellas, atardeciendo, amaneciendo, en penumbra o bajo la luz cegadora del más radiante sol.

 

Jesús SÁNCHEZ ADALID

De la novela “El alma de la ciudad”.

 

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