martes, 21 de junio de 2016

ECUMÉNISMO.


En el camino ecuménico hacia la unidad, la primacía corresponde sin duda a la oración común. Si los cristia­nos, a pesar de sus divisiones, saben unirse cada vez más en oración común en torno a Cristo, crecerá en ellos la conciencia de que es menos lo que los divide que lo que los une. La comunión de oración lleva a mirar con ojos nuevos a la Iglesia y al cristianismo. En efecto, no se debe olvidar que el Señor pidió al Padre la unidad de sus discípulos, para que ésta fuera testi­monio de su misión y el mundo pudiese creer que el Padre lo había enviado.
Se puede decir que el movimiento ecuménico haya partido en cierto sentido de la experiencia negativa de quienes, anunciando el único evangelio, se refe­rían cada uno a su propia Iglesia o comunidad eclesial, una contradicción que no podía pasar desapercibida a quien escuchaba el mensaje de salvación y encontraba en ello un obstáculo a la acogida del anuncio evan­gélico. Lamentablemente este grave impedimento no está superado. Es cierto, no estamos todavía en plena comunión. Sin embargo, a pesar de nuestras divisiones, estamos recorriendo el camino hacia la unidad plena, aquella unidad que caracterizaba a la Iglesia apostó­lica en sus principios, y que nosotros buscamos since­ramente: prueba de esto es nuestra oración común, animada por la fe. En la oración nos reunimos en el nombre de Cristo que es uno. Él es nuestra unidad.


San JUAN PABLO II

 

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