viernes, 15 de julio de 2016

EL PERDÓN.


Aquel que mata en actos terroristas alimenta en su interior el desprecio por la humanidad, dando prue­bas de la desesperanza de cara a la vida y al futuro. La violencia terrorista... es totalmente contraria a la fe en Cristo Jesús, que enseñó a sus discípulos esta oración: Perdónanos nuestras ofensas, como nosotros perdo­namos a los que nos ofenden. En realidad, el perdón es ante todo una decisión personal, una opción del cora­zón en contra del instinto espontáneo de pagar mal por mal. Esta opción encuentra su elemento de com­paración en el amor de Dios, que nos acoge a pesar de nuestros pecados, y su modelo supremo es el perdón de Cristo, que oró así en la cruz: Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen.

El perdón tiene, pues, una raíz y una medida divinas. Pero esto no excluye que se pueda encontrar el valor del perdón a la luz de consideraciones fundadas sobre el buen sentir humano. La primera de estas consideracio­nes concierne a la experiencia vivida interiormente por todo ser humano cuando comete el mal. Se da cuenta entonces de su fragilidad y desea que los otros sean indulgentes con él. ¿Por qué, entonces, no actuar de la misma manera de cara a los demás? Todo ser humano alimenta en su interior la esperanza de poder comen­zar de nuevo, de iniciar una vida nueva, y no quedar para siempre prisionero de sus errores y de sus faltas.

San Juan Pablo II

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