viernes, 28 de julio de 2017

BUSQUEMOS LA PAZ DE DIOS, NO LA DEL MUNDO.


Qué equivocados andamos a veces los que buscamos la verdadera paz de Dios. Pero es que la que busca­mos muchas veces no es la de Dios, sino la del mundo. Cuando el mundo habla de paz, así se la figura. Cuando el mundo busca la paz, así la concibe: silencio, quietud, amor sin lágrimas... mucho egoísmo oculto. El hombre busca esa paz para descansar, para no sufrir. Busca la paz humana, la paz sensible. Esa paz que el mundo pinta en un claustro con sol, con cipreses y con pája­ros. Esa paz sin tentaciones y sin cruz.

Hoy bendigo desde el fondo de mi alma a ese Dios

que tanto me quiere con mis miserias, mis pecados, mis lágrimas y mis alegrías. ¡Qué grande es Dios! La paz de mi alma es la paz del que nada de nadie espera... Solamente Dios, solamente la cruz de Cristo, solamente el deseo de vivir unido a su voluntad es lo que el alma en el mundo espera, y la espera es tranquila; es con paz, a pesar de que el no ver aún a Dios es un triste penar; acompañarle en la cruz cuesta a veces copiosas lágrimas, y el verse que aún tenemos voluntad propia y, por tanto, miserias, defectos y pecados no deja de causar pesar. Todo es combate, dolor, pero Jesús está en el centro, clavado sobre una cruz, y anima al alma a perseverar. En medio de la batalla que libramos en este mundo, Jesús está allí, con el rostro sereno, que nos dice que el que le sigue no camina en tinieblas.

San Rafael Arnaiz Barón

Joven monje tropense, uno de los grandes místicos del siglo XX. Sus numerosos escritos se han difundido ampliamente.

Fue canonizado en el año 2009 (1911-1938).

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