martes, 5 de septiembre de 2017

LA PAZ.


Quizás como nunca en la historia se hace evidente, para todos, el vínculo intrínseco que une una actitud religiosa auténtica y el gran bien de la paz. Si bien es cierto que la oración es en sí misma una acción, eso de ninguna manera nos dispensa de trabajar por la paz. No hay paz sin un amor apasionado por la paz. No hay paz sin una feroz voluntad de realizar la paz. La paz necesita sus profetas. Juntos hemos llenado nuestros ojos de visiones de paz: engendran nuevas energías para un nuevo lenguaje de paz, para nuevos gestos de paz, gestos que rompan el encadenamiento fatal de las divisiones heredadas de la historia o bien engendradas por las modernas ideologías. La paz espera sus constructores. Tendamos la mano a nuestros hermanos y hermanas para animarlos a construir la paz sobre cuatro pilares que son: la verdad, la justicia, el amor y la libertad.
La paz es una obra en construcción abierta a todos y no solamente a los especialistas, a los sabios, a los estrategas. La paz es una responsabilidad universal: pasa a través de mil pequeños actos de la vida cotidiana. A través de su propia manera diaria de vivir con los demás, los hombres hacen su elección a favor o en contra de la paz.
San Juan Pablo II

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