viernes, 29 de junio de 2018

RECONOCEMOS A DIOS POR LA FE.


Cristo no da testimonio de sí mismo, ni dice quién es ni de dónde viene. Él está entre sus contemporáneos como el que sirve. Solo después de la resurrección, y sobre todo después de su ascensión, cuando el Espíritu ya había venido, los apóstoles comprendieron quién era aquel que había estado con ellos. Aquí vemos la mani­festación de un principio general que se presenta ante nosotros a menudo, tanto en la Escritura como en la vida del mundo: no reconocemos la presencia de Dios mientras está con nosotros, sino después, cuando vol­vemos la mirada sobre los acontecimientos pasados.

Acontecimientos agradables o dolorosos: no sabe­mos en el momento su significado. No vemos en ellos la mano de Dios. Si tenemos fe, confesamos lo que no vemos y acogemos todo lo que nos acontece como venido de su mano. Con todo, tanto si lo aceptamos con espíritu de fe como si no, no hay otro medio de aceptarlo que la fe. No vemos nada. No comprende­mos cómo puede suceder tal cosa o a qué sirve tal otra. Mirad a José, vendido por sus hermanos: una vez pasada la calamidad, comprendió lo que en su momento resultaba incomprensible y dijo a sus her­manos: Dios me envió delante de vosotros para sal­var vuestras vidas. No fuisteis vosotros quienes me enviasteis a este lugar, sino Dios.

Beato John Henry NEWMAN
Nace en Londres; convertido del anglicanismo, fue presbítero, cardenal y fundador de una comunidad religiosa (1801-1890).

No hay comentarios:

Publicar un comentario