viernes, 25 de mayo de 2012

CONFIAR ES ESPERAR


Somos capaces de admitir que Dios es nuestro Padre, que nos ha dicho aquello de “pedid y se os dará, buscad y encontraréis, llamad y se os abrirá” pero en la practica pronto caemos en la tentación de poner en duda estas promesas del Señor: pido una gracia especial y si no me la concede en breve tiempo mis dudas crecen, me canso enseguida de esperar y me asaltan al pensamiento las ideas de que Dios no querrá concedérmelo, de que son otros los planes que tiene sobre mi situación, etc. Y muchas veces la realidad es que el Señor quiere probar mi confianza en Él.
Ciertamente que nos ha prometido que escuchará nuestras plegarias pero no nos ha dicho como y cuando  nos lo va a conceder. El tiempo en la eternidad de Dios no existe y por lo tanto no tiene prisas; y quiere probarnos, para que sepamos nosotros hasta donde llega la verdad de nuestra confianza en Él.
Miremos el ejemplo de lo que hizo con Abraham, el llamado padre de los creyentes. Leamos el libro del Génesis, capítulo 15 y siguiente.
El Señor Dios hizo una alianza con Abraham, que no tenía descendencia y era ya anciano de 99 años y su mujer estéril de 90: serás padre de una multitud de pueblos. Al año siguiente Sara, su mujer, concibió un hijo: Isaac
Este era el heredero de la promesa de Dios a Abraham. Pero de nuevo quiso probar la confianza de Abraham y le ordenó sacrificar a su hijo Isaac. Podía pensar: aquí se acabó la promesa, pero siendo obediente, se puso a cumplir lo que el Señor le ordenaba. En el último momento Dios detuvo la mano para que no sacrificara a Isaac.
Isaac tenía 40 años, casado con Rebeca, también estéril, cuando tuvo dos hijos gemelos: Esaú y Jacob, de los que salieron dos pueblos numerosos y se cumplió la promesa.
Las prisas del tiempo,que en nosotros es breve, es la trampa en la que caemos, y admitimos la duda. Dios es eterno y por lo tanto el tiempo no cuenta en Él. Nosotros hemos de cambiar la forma de pensar en la limitación del tiempo y dejar que las cosas las haga Dios cuando quiera. Pero para esto hay que tener una confianza viva, que no se tambalee por los vientos pasajeros del tiempo.
Dios cumple siempre su promesa, no quieras marcarle el tiempo, el momento. Y di siempre: hágase su voluntad, cuando y como quieras.
Te aseguro que tendrás más paz en tu interior y no te equivocarás.

                                                                                  Tomás SANZ

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