lunes, 7 de mayo de 2012

PEDIR INVOCANDO EL NOMBRE DE JESÚS.



Entre todos los saludables consejos y divinos preceptos con los que el Señor orientó a su pueblo para la salvación, le enseñó también la manera de orar, y a su vez,  Él mismo nos instruyó y aconsejó sobre lo que teníamos que pedir. El que nos dio la vida nos enseñó también a orar para que fuésemos escuchados con más facilidad, al dirigirnos al Padre con la misma oración que el Hijo nos enseñó. ¿Qué oración más espiritual puede haber que la que nos fue dada por Cristo, por quien también nos fue enviado el Espíritu Santo, y qué plegaria más verdadera ante el Padre que la que brotó de labios del Hijo, que es la Verdad?
Oremos pues como Cristo, nuestro Maestro, nos enseñó. A Dios le resulta amiga y filial la oración que se le dirige con sus mismas palabras, la misma oración de Cristo que llega a sus oídos. Que El mismo que habita dentro del corazón sea el que resuene en la voz. Puesto que lo tenemos como abogado ante el Padre por nuestros pecados al pedir por nuestros delitos como pecadores, empleemos las mismas palabras de nuestro defensor, pues Él ha dicho: Todo lo que pidáis al Padre en mi nombre os lo concederá.

                                                                                  San CIPRIANO
                                                                                  (210-258), obispo y mártir

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