martes, 14 de agosto de 2012

EL HOMBRE FILIAL




Si queréis comprobar hasta donde ha tomado cuerpo en vosotros la filialidad, la fe en el amor paternal de Dios, tenéis que fijaros si también en una situación difícil podéis decir: “Dios es Padre, Dios es bueno; bueno es todo lo que hace.” ¿Cuánto tiempo necesitáis cuando se os exige algo difícil, hasta que podéis decir conscientemente: esto es expresión y demonstración de un amor paternal especialmente profundo? Ante una pesada cruz y sufrimiento nuestra reacción debería ser: “Dios, mío, Tú que me quieres tanto ¿qué me vas a regalar ahora?”.

Así siempre tendremos la seguridad del péndulo. Si eso os brota así del alma, entonces os habéis hecho niños. La grandeza de nuestra vida consiste en eso: en que el desdén, al pasar desapercibido, el desprecio y la desilusión también sean interpretados como expresión de un profundo amor. Ser despreciado y humillado significa asemejarse a Jesucristo. No tengo nada más que hacer que entregarme por entero a él. Solamente el hombre heroicamente filial vence al hombre primitivo. Las voces del tiempo requieren filialidad por nuestra parte. ¡Este debe ser el gran ideal para nuestra autoeducación y la educación de otros!





José KENTENICH

Fundador del movimiento Schoenstatt.

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