sábado, 11 de agosto de 2012

SED DE FELICIDAD


Julio, agosto, tiempo de toda sed. Se necesita recomponer dentro de sí, el gusto de vivir, de pasar buenos momentos.

Se dice: “Es la felicidad”. ¿Por qué esta palabra, esta sensación? La sed nos envía a la más arcaica de las experiencias y la más fundamental de nuestra infancia. Nuestra vida se abre con esa felicidad de una sed calmada en el seno de nuestra madre, felicidad que nos daba una sensación de plenitud, de calor, de afección que se derramaba en nosotros y nos daba vida. Y ¿No es esta necesidad que conduce a Jesús  a descansar cuando surge la Samaritana?

“Dame de beber” le dice en tiempo de vacaciones. Esta frase nos descansa. Jesús también siente el cansancio. Pero, enseguida surge una paradoja: a la vez que pide de beber, anuncia que Él es una fuente que apaga por siempre jamás la sed.

Esta contradicción me parece una hermosa lección de vida en la fe. Jesús conoce y respeta nuestras necesidades humanas, y las colma. Somos a la vez hijos del mundo Y de Dios. Tenemos que vivir con ese Y, y no transformarlo en O. Es bueno apagar nuestras sedes, aprovechar los momentos de descanso, y también desear desde nuestra fe, a otro nivel de felicidad: la que sintieron los discípulos en la Transfiguración o en el camino de Emaús: “Señor, estamos bien aquí” 

¿Como alcanzar esta felicidad hoy?  Dos actitudes son necesarias: el respeto a los mandamientos y la atención al pobre que somos, y al que tenemos al lado. “Si alguien tiene sed que venga a mí y beba”. La felicidad del Evangelio nos conduce desde el bienestar al deseo, del descanso a la puesta en marcha. A la finitud del mundo responde el infinito de la fe, en nuestra sed se revela el misterio de la Vida en Dios.



Geneviève de TAISNE.



Traducida de “Panorama”, julio-agosto 20)


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