Puede ser útil recordar que el pecado es como una
enfermedad terminal – pero curable – que afecta a todos los órganos del cuerpo.
Solo que en este caso afecta a la vida eterna del alma.
¿Es mejor que las personas no
sepan que están enfermas? ¿O que es posible (aunque penosa) la curación? ¿Son
más felices si no se les comunica la gravedad – pero también el tratamiento –
de su situación?
Aunque el pueblo no reconozca
todas las leyes de Dios y el modo en que
reflejan Su amorosa preocupación por nuestra salud física y espiritual,
eso no cambia el hecho de que
todo siga siendo cierto.
Le que suele olvidar la gente
es que las leyes morales de Dios están tan firmemente establecidas como las
leyes físicas. Por eso, los resultados del pecado no son tan inmediatamente
dolorosos como los huesos rotos si se lanza uno desde un tejado, negando la ley
de la gravedad.
Por esa razón, la Iglesia tiene que dar a
conocer la mala noticia de los efectos mortales del pecado, así como la Buena Noticia de Cristo como la
única curación total. Por eso necesitamos la confesión.
Scott HAHN
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