jueves, 25 de abril de 2013

SILENCIO Y ORACIÓN.


Puede que tú juzgues que es cosa difícil orar porque no sabes cómo hacerlo. Para orar, en primer lugar, debemos recurrir al silencio, puesto que no podemos ponernos en presencia de Dios si no practicamos el silencio, tanto interior como exterior. Hacer silencio dentro de nosotros mismos no es fácil, pero es un esfuerzo indispensable. Tan solo en el silencio encontraremos una nueva fuerza y la verdadera unidad. A fuerza de Dios llegará a nosotros para poder realizar cualquier cosa tal como se debe, será así también para conseguir que nuestros pensamientos estén unidos a los suyos, para la unión de nuestras oraciones con sus oraciones, para la unidad de nuestros actos, de nuestra vida con su vida. La unidad es el fruto de la oración, de la humildad, del amor.
Dios habla en el silencio del corazón; si te pones ante Dios en el silencio, Dios te hablará. Y sabrás entonces que tú no eres nada. Dios no puede llenarte  hasta que tú no conozcas tu vaciedad. Las almas de los grandes orantes son almas de gran silencio. El silencio hace cambiar nuestra visión de las cosas. Tenemos necesidad del silencio para llegar a “tocar” las almas de los demás. Lo esencial no es lo que decimos, sino lo que Dios dice, lo que nos dice a través de nosotros. En un silencio así, Él nos escuchará; en un silencio así, hablará a nuestra alma y escucharemos su voz.

BEATA TERESA DE CALCUTA

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