jueves, 13 de noviembre de 2014

LA SED DE CRISTO.


 

La sed de Cristo es su deseo intenso de amor hacia nosotros que durará hasta el juicio final. Su sed ardiente es poseernos a todos en él para su gran felicidad. Dios es la felicidad perfecta, la bienaventuranza infinita que no puede ser aumentada ni disminuida. Pero la fe nos enseña que, por su humanidad quiso sufrir la pasión, sufrir todo tipo de dolores y morir por amor a nosotros y para nuestra felicidad eterna. En tanto que es nuestra Cabeza, Cristo está consagrado y no puede seguir sufriendo; pero, puesto que es también el cuerpo que une a todos sus miembros, no está todavía completamente glorioso e impasible. Por eso siente siempre este deseo y esta sed que sentía en la cruz y que, me parece, estaban en él desde toda la eternidad.

Sí, tan cierto que hay en Dios misericordia y piedad, como que hay en él esa sed y ese deseo. En virtud de ese deseo, que está en Cristo, nosotros también lo deseamos: sin esto ningún alma llega al cielo. Este deseo y sed proceden, me parece, de la infinita bondad de Dios y su misericordia; y esta sed persistirá en él mientras estemos en la indigencia, atrayéndonos a su bienaventuranza.

 

Juliana de NORWICH

Mística inglesa venerada por católicos, anglicanos y luteranos.

(1342 - 1420)

 

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