martes, 11 de abril de 2017

EL DESEO.

El salmo dice: Todo mi deseo está en tu presencia. Por tanto, no ante los hombres, que no son capaces de ver el corazón, sino que todo mi deseo está en tu presencia. Que tu deseo esté en su presencia; y el Padre, que ve en lo escondido, te atenderá. Tu deseo es tu oración; si el deseo es continuo, continua también es la oración. No en vano dijo el apóstol: Orad sin cesar. ¿Acaso sin cesar nos arrodillamos, nos prosternamos, elevamos nuestras manos, para que pueda afirmar: Orad sin cesar? Si decimos que solo podemos orar así, creo que es imposible orar sin cesar.
Pero existe otra oración interior y continua, que es el deseo. Cualquier cosa que hagas, si deseas aquel reposo sabático, no interrumpas la oración. Si no quieres dejar de orar, no interrumpas el deseo. Callas cuando dejas de amar. ¿Quiénes se han callado? Aquellos de quienes se ha dicho: Al crecer la maldad, se enfriará el amor en la mayoría. La frialdad en el amor es el silencio del corazón. Mientras la caridad permanece, estás clamando siempre; si clamas siempre, deseas siempre; y si deseas, te acuerdas de aquel reposo.
Todo mi deseo está en tu presencia... No se te ocultan mis gemidos... Si tu deseo está en tu interior, también lo está el gemido; quizá el gemido no llega siempre a los oídos del hombre, pero jamás se aparta de los oídos de Dios.

San AGUSTÍN
Oriundo de Tagaste (en la actual Argelia), fue obispo de Hipona. Es uno de los cuatro grandes padres de la Iglesia latina.
Es doctor de la Iglesia (354-430)

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