viernes, 28 de abril de 2017

LA DESNUDEZ FRENTE AL SEÑOR.

Señor, mi alma está desnuda y aterida; desea calentarse con el calor de tu amor... En la inmensidad del desierto de mi corazón, no puedo recoger ni unas pocas ramas, sino solamente estas briznas, para prepararme algo para comer con el puñado de harina y la orza de aceite, y luego, entrando en mi aposento, me moriré. O mejor dicho: no moriré enseguida, no Señor, no moriré, viviré para contar las proezas del Señor.
Permanezco en mi soledad... y abro la boca hacia ti, Señor, buscando aliento. Y alguna vez, Señor, tú me metes alguna cosa en la boca del corazón; pero no permites que sepa qué es lo que metes. Ciertamente, saboreo algo muy dulce, tan suave y reconfortante que ya no busco nada más. Pero cuando lo recibo no me permites que conozca lo que me das... Cuando recibo tu don, lo quiero retener y rumiar, saborear, pero al instante desaparece...
Por experiencia sé lo que tú dices del Espíritu en el evangelio: No sabes ni de dónde viene y ni a dónde va. En efecto, todo lo que he confiado con atención a mi memoria para poderlo recordar según mi voluntad y saborearlo de nuevo, lo encuentro muerto e insípido dentro de mí. Oigo la palabra: El espíritu sopla donde quiere y descubro que dentro de mí sopla no cuando yo quiero, sino cuando él lo quiere.

Guillermo de SAINT-THIERRY
Abad cisterciense en Saint-Thierry (Francia) y gran maestro espiritual (Ca. 1085-1148).

No hay comentarios:

Publicar un comentario