viernes, 21 de abril de 2017

LA AYUDA DE DIOS POR LA ORACIÓN.

No creo que haya nadie que necesite tanto de la ayuda y gracia de Dios como yo. A veces me siento impotente y débil. Creo que por eso Dios me utiliza. Puesto que no puedo fiarme de mis fuerzas, me fío de él las veinticuatro horas del día. Y si el día tuviera más horas más necesitaría su ayuda y la gracia. Todos debemos aferramos a Dios a través de la oración. Mi secreto es muy sencillo: la oración. Mediante la oración me uno en el amor con Cristo. Comprendo que orarle es amarlo... La gente está hambrienta de la palabra de Dios para que les dé paz, unidad y alegría. Pero no se
puede dar lo que no se tiene, por lo que es necesario intensificar la vida de oración.
Sé sincero en tus oraciones. La sinceridad es humildad y esta solo se consigue aceptando las humillaciones. Todo lo que se ha dicho y hemos leído sobre la humildad no es suficiente para enseñarnos la humildad. La humildad solo se aprende aceptando las humillaciones, a las que nos enfrentamos durante toda la vida. Y la mayor de ellas es saber que uno no es nada. Este conocimiento se adquiere cuando uno se enfrenta a Dios en la oración. Por lo general, una profunda y ferviente mirada a Cristo es la mejor oración: yo le miro y él me mira. Y en el momento en que te encuentras con él cara a cara adviertes sin poderlo evitar que no eres nada, que no tienes nada.

Santa Teresa de CALCUTA
Fundadora de las Hermanas Misioneras de la Caridad (1910-1997).

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