viernes, 26 de mayo de 2017

LA IGLESIA NO ES UNA ADUANA.


La Iglesia «en salida» es una Iglesia con las puertas abiertas... La Iglesia está llamada a ser siempre la casa abierta del Padre... Todos pueden participar de alguna manera en la vida eclesial, todos pueden integrar la comunidad, y tampoco las puertas de los sacramentos deberían cerrarse por una razón cualquiera. Esto vale sobre todo cuando se trata de ese sacramento que es «la puerta», el bautismo. La Eucaristía, si bien consti­tuye la plenitud de la vida sacramental, no es un pre­mio para los perfectos, sino un generoso remedio y un alimento para los débiles... Pero la Iglesia no es una aduana, es la casa paterna donde hay lugar para cada uno con su vida a cuestas.

Si la Iglesia entera asume este dinamismo misionero, debe llegar a todos, sin excepciones. Pero ¿a quiénes debería privilegiar? Cuando uno lee el evangelio, se encuentra con una orientación contundente: no tanto a los amigos y vecinos ricos, sino sobre todo a los pobres y enfermos, a esos que suelen ser despreciados y olvi­dados, a aquellos que no tienen con qué recompen­sarte. No deben quedar dudas ni caben explicaciones que debiliten este mensaje tan claro. Hoy y siempre, «los pobres son los destinatarios privilegiados del evan­gelio»... Hay que decir sin vueltas que existe un vín­culo inseparable entre nuestra fe y los pobres. Nunca los dejemos solos.

FRANCISCO


Jesuíta argentino, actual sucesor de san Pedro al frente de la Iglesia católica (1936- ).

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