viernes, 5 de mayo de 2017

PODEMOS LLEGAR A SER PUBLICANOS.




Si yo encontrara a un hombre que realmente tuviera los sentimientos del publicano, que verdaderamente se considerara pecador, con tal que en este sentimiento de humildad tuviera el deseo de ser bueno, le daría con buena conciencia cada dos días el cuerpo de nuestro Señor... Si el hombre quiere continuar absteniéndose de caídas y faltas graves, es muy necesario que sea alimentado de este alimento noble y fuerte... Por eso vosotras no debéis fácilmente absteneros de la comu­nión porque os sepáis pecadoras. Al contrario, debéis acudir con frecuencia a la mesa santa, porque ahí están, allí son depositadas y escondidas toda fuerza, toda san­tidad, toda ayuda y todo consuelo.
Pero vosotras no juzgaréis tampoco a los que no lo hacen... No debéis emitir ningún juicio, para no ser semejantes al fariseo que se vanagloriaba y condenaba al que estaba detrás de él. Guardaos de esto como de la pérdida de vuestras almas; absteneos de este peligroso pecado de la reprobación... Cuando el hombre llega a la cumbre de toda perfección, nada es más necesario para él que sumergirse en las profundidades más bajas e ir hasta las raíces de la humildad. Porque del mismo modo que la altura de un árbol depende de la profun­didad de sus raíces, así la elevación de esta vida viene de la profundidad de la humildad. He aquí por qué el publicano, que había reconocido las profundidades de su bajeza hasta el punto de no atreverse a levantar los ojos hacia el cielo, fue elevado sobre la altura, porque regresó a su casa habiendo sido justificado.
Beato Juan TAULERO,      Dominico en Estrasburgo (Ca. 1300-1361).


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