martes, 23 de mayo de 2017

TENEMOS QUE SALIR.



Id y haced que todos los pueblos sean mis discípu­los. En la Palabra de Dios aparece permanentemente este dinamismo de «salida» que Dios quiere provocar en los creyentes. Abrahán aceptó el llamado a salir hacia una tierra nueva. Moisés escuchó el llamado de Dios: Ve, yo te envío, e hizo salir al pueblo hacia la tierra de la promesa. A Jeremías le dijo: Adondequiera que yo te envíe irás...
y todos somos llamados a esta nueva «salida» misionera. Cada cristiano y cada comunidad discernirá cuál es el camino que el Señor le pide, pero todos somos invitados a aceptar este llamado: salir de la propia comodidad y atreverse a llegar a todas las periferias que necesitan la luz del evangelio.
La alegría del evangelio que llena la vida de la comu­nidad de los discípulos es una alegría misionera. La experimentan los setenta y dos discípulos, que regre­san de la misión llenos de gozo. La vive Jesús, que se estremece de gozo en el Espíritu Santo... Esa alegría es un signo de que el evangelio ha sido anunciado y está dando fruto. Pero siempre tiene la dinámica del éxodo y del don, del salir de sí, del caminar y sembrar siempre de nuevo, siempre más allá. El Señor dice: Vayamos a otra parte, a predicar también en las poblaciones vecinas, porque para eso he salido... Fiel al modelo del Maestro, es vital que hoy la Iglesia salga a anunciar el evangelio a todos, en todos los lugares, en todas las ocasiones, sin demoras, sin asco y sin miedo. La ale­gría del evangelio es para todo el pueblo, no puede excluir a nadie.
FRANCISCO
Jesuíta argentino, actual sucesor de san Pedro al frente de la Iglesia católica (1936-).


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