martes, 19 de diciembre de 2017

EL REENCUENTRO.


Hemos de pensar que hemos renunciado al mundo y que vivimos aquí durante la vida como huéspedes y viajeros. Nosotros tenemos por patria el paraíso, por padres a los patriarcas. ¿Por qué, pues, no nos apresu­ramos y volvemos a nuestra patria para poder saludar a nuestros padres? Nos esperan allí muchas de nuestras personas queridas, nos echan de menos una multitud de padres, hermanos, hijos, seguros de su salvación, pero preocupados todavía por la nuestra. ¡Qué alegría tan grande para ellos y nosotros llegar a su presencia y abrazarlos, qué placer disfrutar allá del reino del cielo sin temor de morir, y qué dicha tan soberana y perpe­tua con una vida sin fin!
Allí el coro glorioso de los apóstoles, allí el grupo de los profetas gozosos, allí la multitud de innumerables mártires que están coronados por los méritos de su lucha y sufrimientos, allí las vírgenes que triunfaron de la concupiscencia de la carne con el vigor de la castidad, allí los galardonados por su misericordia, que hicieron obras buenas, socorriendo a los pobres con limosnas, que, por cumplir los preceptos del Señor, transfirieron su patrimonio terreno a los tesoros del cielo. Corramos, hermanos amadísimos, con insaciable anhelo tras estos para estar enseguida con ellos; deseemos llegar pronto a Cristo. Vea Dios estos pensamientos, y que Cristo con­temple estos ardientes deseos de nuestro espíritu y fe.
San Cipriano
Natural de Cartago y convertido del paganismo, llegó a ser obispo de su ciudad; escribió en tiempos de persecución de la Iglesia y sufrió el martirio (210-258).

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