jueves, 19 de abril de 2018

EL TRABAJO.


La verdad de que el hombre con su trabajo participa en la obra de Dios, su Creador, ha sido particularmente puesta en relieve por Jesucristo, de quien muchos de sus primeros oyentes de Nazaret se preguntaban asom­brados: ¿De dónde saca todo eso? ¿Qué sabiduría es esa que le han enseñado? ¿No es este el carpintero? En efecto, Jesús proclamaba y, sobre todo, ponía por obra el evangelio que le había sido confiado, las pala­bras de la eterna Sabiduría. Por esta razón, se trataba verdaderamente del «evangelio del trabajo», porque el mismo que lo proclamaba era un trabajador, un arte­sano como José de Nazaret.

Aunque no encontremos en las palabras de Cristo el mandato particular de trabajar -sino más bien, una vez, la prohibición de preocuparse de manera excesiva del trabajo y de los medios de subsistencia- su vida es, a este respecto, suficientemente elocuente: él per­tenece al mundo del trabajo, aprecia y respeta el tra­bajo del hombre. Incluso se puede decir más: mira con amor el trabajo y sus diversas expresiones, viendo en cada una de ellas una manera particular de manifestar la semejanza del hombre con Dios Creador y Padre... En las parábolas sobre el reino de Dios, Jesucristo se refiere constantemente al trabajo: al del pastor, del agricultor, del médico, del sembrador... Presenta al apostolado semejante al trabajo manual de los sega­dores o de los pescadores. He aquí el grande, aunque discreto, evangelio del trabajo que encontramos en la vida de Cristo y en sus parábolas, en lo que Jesús ha hecho y enseñado.

San JUAN PABLO II
Primer papa polaco de la historia
(1920-2005) 

No hay comentarios:

Publicar un comentario