domingo, 22 de abril de 2018

LA EUCARISTIA -> AMOR EXTREMO.


  En la Eucaristía, Jesús se hace presente y, al mismo tiempo, se ofrece por la salvación de los hombres. Es el sacramento de su amor. Señaló el padre Hurtado: «El fuego de la inmo­lación eucarística, como el de la cruz, es el amor infinito del Corazón de Jesús». A través de la comunión, Jesús nos ofrece el mismo fuego de su amor. Se une a nosotros para que tam­bién nosotros podamos ofrecemos.

En aquella Última Cena, Jesús también mostró a sus após­toles de qué manera debían vivir la fuerza que iban a recibir en la Eucaristía. Lo hace mediante el lavatorio de los pies. La Eucaristía dispone para el servicio a los hermanos, nos capa­cita para la práctica de la caridad. El «amor extremo» que nos manifiesta con su entrega se perpetúa en nosotros haciéndo­nos capaces de amar como él. Por eso, tenemos que volver continuamente a la Eucaristía. En ella encontramos el amor con el que Jesús nos ha amado y también la fuerza para res­ponder a ese amor.
La acción de gracias de la Eucaristía es la práctica de la mise­ricordia. Mostramos nuestro agradecimiento a Dios dejando que su amor nos transfigure interiormente y nos vaya con­formando cada vez más a él. Lavando los pies a sus apósto­les, Jesús nos enseña a no poner medida a nuestro amor. El Maestro sorprendió a Pedro, como también a nosotros. Servir a los demás nunca es indigno. En la medida en que nos vamos identificando con el Señor se nos van descubriendo nuevas ocasiones para ayudar a los demás.


DAVID AMADO FERNÁNDEZ

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