domingo, 12 de mayo de 2013

JESÚS SUBE AL CIELO CON SU HUMANIDAD.

Jesús sube al cielo con su humanidad. San Lucas nos relata que, después de que Cristo se separara de los apóstoles para subir al cielo, ellos se volvieron a Jerusalén con gran alegría. Parece como une contradicción, pero Benedicto XVI ha explicado el sentido de esa alegría: “El cielo, la palabra cielo, no indica un lugar sobre las estrellas, sino algo mucho más osado y sublime: indica a Cristo mismo, la Persona divina que acoge plenamente y para siempre a la humanidad. Aquel en quien Dios y el hombre están inseparablemente unidos para siempre. El estar el hombre en Dios es el cielo. Y nosotros nos acercamos al cielo, más aún, entramos en el cielo en la medida en que nos acercamos a Jesús y entramos en comunión con Él”.
Los apóstoles, en la ascensión vieron que Jesús no se había unido a la humanidad solo por un tiempo para realizar una obra ciertamente admirable, sino que comprendieron que la obra iniciada con su muerte y resurrección continuaba, ya que Jesús, lejos de despojarse de su humanidad, la llevaba consigo junto a Dios. Quien se elevaba estaba vivo e iba a seguir junto a ellos. Por ello ha señalado el Papa que la Iglesia no existe para suplir la ausencia de Cristo sobre la tierra, sino que, al contrario, es el signo de su presencia y acción en el mundo. Por esta razón los apóstoles reciben el mandato de ser testigo de todo lo que ha sucedido en el mundo. Y este testimonio no se agota en la persona de los que vivieron junto al Señor, sino que continua hoy precisamente porque, por la acción del Espíritu Santo, nosotros seguimos encontrándonos con Cristo, que vive.
Sin embargo, como indican los ángeles a los apóstoles, no podemos quedarnos plantados mirando al cielo, porque Cristo no se ha ido para dejarnos, sino para llevarnos junto con Él. El testimonio es la expresión de esa unión con él, ya que significa hablar de lo que nos sucede, comunicar lo que vivimos con Él. Esa es la razón de nuestra alegría.

David AMADO FERNÁNDEZ

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