jueves, 23 de mayo de 2013

LA VIOLENCIA IDEOLÓGICA.


La violencia ideológica, fruto del fanatismo y de la incapacidad de comprender a los demás a menos que se sometan, no he desaparecido en nuestros días. Todavía el hombre busca una salvación propia, busca una justicia y una autojustificación que lleva a toda clase de aberraciones, pago de una posesión en la que se cree totalmente patrón, y no servidor, de la verdad.
La situación de S. Pablo en su vida como judío fariseo instruye respecto de algunas de las perversiones más profundas. Las que afrontará Jesús en el Evangelio cuando dirá: “los pecadores los precederán en el Reino de los cielos” quiere decir que quien comete pecados porque, por ejemplo, se emborracha o se deja vencer por la sensualidad, ciertamente comete pecado, pero siempre, de algún modo, es consciente de haber hecho mal: tiene necesidad de comprensión, de ayuda y de misericordia para vencer su debilidad, y confiesa que es frágil. En cambio, Pablo no habría confesado ser frágil y débil. Y este es el pecado que Jesús ataca en los fariseos: esa perversión fundamental por la que el hombre se hace salvación de sí mismo y, creyendo haber llegado a la cumbre de la perfección, llega a las más graves aberraciones de la violencia.

Carlo María MONTINI.

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