jueves, 16 de mayo de 2013

QUE TODOS SEAN UNO.


Cuando los cristianos oran juntos, parece más cercana la meta de la unidad. La larga historia de los cristianos marcada por múltiples fragmentaciones parece construirse de nuevo tendiendo hacia la fuente de su unidad que es Jesucristo. Jesucristo es el mismo ayer y hoy y siempre. Cristo está realmente presente en la comunión de la oración; Él ora “en nosotros”, “con nosotros” y “por nosotros”. Es Él quien guía nuestra oración en el Espíritu Consolador que prometió y dio a la Iglesia en el Cenáculo de Jerusalén, cuando la constituyó en su unidad original.
Sobre el camino ecuménico de la unidad, la oración común es, ciertamente, la que tiene la prioridad, la unión orante de los que se reúnen alrededor del mismo Cristo. Si a pesar de sus divisiones, saben cada vez más unirse en una oración común en torno a Cristo, entonces se desarrollará la conciencia de los límites de lo que les divide comparado con los que les une. Si se encuentran cada vez más a menudo, más asiduamente delante de Cristo en la oración, podrán ser valientes para enfrentarse a toda la dolorosa y humana realidad de las divisiones y se reencontrarán juntos en la comunidad de la Iglesia que Cristo forma sin cesar en el Espíritu Santo, a pesar de todas las debilidades y de todos los límites humanos.

BEATO JUAN PABLO II.

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